El negro quiere ser blanco. El blanco busca apasionadamente realizar una condición de hombre… El negro está encerrado en su blancura. El negro en su negrura… Es un hecho: hay blancos que se consideran superiores a los negros. Otro hecho: hay negros que quieren demostrar a los blancos, cueste lo que cueste, la riqueza de su pensamiento, la igual potencia de su espíritu. Por penosa que pueda parecernos esta constatación estamos obligados a hacerla. Para el negro, sólo hay un destino. Y este destino es el blanco.
El complejo de inferioridad se deriva de un doble proceso: económico y de interiorización: epidermización interior. La explicación no está en la filogenética ni en la ontogenética, sino en la sociogenia: se trata de un sociodiagnóstico. No vale la pena venir aquí a proclamar que se trata de salvar el alma con aires de compungido mea culpa. Dejamos los métodos a los botánicos y a los matemáticos. Hay un momento en que los métodos se reabsorben. La temporalidad es muy importante. El tiempo presente sirve para construir el futuro no del cosmos sino de mí época.
El negro tiene dos dimensiones, una con su congénere y otra con el blanco. Nadie pone en duda que esto se debe a la aventura colonialista y hablar significa soportar el peso de esa cultura. Dice esta última que se es verdadero hombre cuando mejor el negro asume la lengua francesa. Quien no posee la lengua de los imperios coloniales es rechazado. En la posesión del lenguaje hay un poder extraordinario. Paul Valéry, llamaba al lenguaje. “El dios en la carne extraviado”. El colonizado escapará de su selva … en cuanto hable mejor la lengua de la metrópoli, implica cierto honor.
Un viaje a la metrópoli, a París, los cambia. Ocurre un desajuste, con respecto a los que regresa de la metrópoli a la isla: llevan adornos, vestidos, arreglos, una escritura, expresiones europeas para sentirse en igualdad que el europeo. Es un mal que ocurre a todas las razas colonizadas. La cercanía con los blancos hace que las personas de las colonias se sientan más identificados con los blancos con respecto a otros negros, como por ejemplo los antillanos con respecto a los senegaleses, más alejados. Los de la Isla de Guadalupe son más salvajes que los martiniquenses.
Fácil sería probar que el negro es igual que el blanco, pero mi propósito es liberar, dice Frantz Fanon, al negro de los complejos que surgieron con la conquista, como aquella idea de quererle mostrar a los blancos la gran civilización negra. En las universidades se debe vigilar al que cita a Montesquieu; de lo que se trata no es de educarlos sino evitar que no sean esclavos de arquetipos peligrosos. Cuando cita un negro a Marx se le trata de explicar que eso ir contra sus bienhechores. El maestro es un peligro. Hablar en negrito es enclaustrarlo para infectarlo del virus blanco al negro, la cultura.
El color de la piel también depende de los millones, te pertenece la belleza y la virtud, que por cierto nunca fueron ni negro ni blanco. Se es blanco si se es rico. La manía de las mujeres negras o mulatas es casarse con un blanco, aunque casi imposible, cuando ocurre es el tránsito de esclava a señora y ahora blanca. La minusvalía psicológica y a imposibilidad de ascender a la limpidez, desaparecen. Por el contrario, los hombres de tez más clara se casan con una blanca por la satisfacción de dominar una mujer blanca, exponen personajes de novela de autores negros. En el pasado un hombre que se acostaba con una mujer blanca era castrado.
¿El colonizado es inferior con anterioridad a la conquista? No. Es el racista el que crea al inferiorizado. Para un negro la alteridad no es un negro sino el blanco. Lo grave es que el negro descubrió por identidad que es hombre (y la mujer que es mujer) pero con la llegada del blanco esa unidad se difuminó, ahora existen negros y blancos y solamente estos últimos son hombres y las mujeres bancas, mujeres. La diferencia se transforma en inferioridad psicológica, se impone una discriminación en la medida en que no soy blanco (a) y el blanco me dice que soy distinto de él: soy una bestia bruta. Para blanquearme empiezo por decir que soy humano igual que el blanco.
La experiencia vivida por el negro es que se es negro no para el negro sino para el blanco. Sus costumbres de referencia quedaron abolidas con la imposición que significó la conquista. La historicidad del cuerpo se derrumbó ante la epidermis racial. Los laboratorios han dedicado millonarias sumas para encontrar la fórmula de la desnegrización. Es mejor hacerme responsable de mi cuerpo, de mi raza y de mis antepasados. En el ser-ahí heideggeriano no cabe la negritud sólo la inferiorización.
Me acepto: negro, abuelo ,esclavo, campesino, vivió la pernada sometido a la servidumbre. Dicen que para la negrización no existe solución porque el negro es feo, malo, antropófago, bellaco, se come a los niños, pero ¿Quién sabrá qué es la belleza? Solamente quería amar y me regresaban una bofetada, me decían que me apartara, todo a pesar de que los suplicaba. Entonces me haré conocer. Las conductas, dice Sartre, están perpetradas desde el interior, refiriéndose al sentimiento de inferioridad, temiendo de que sus actos no coincidan con las representaciones que les han forjado.
No me odia el vecino ni el primo por mi color de piel, es la idea de raza, del odio irracional de los pueblos que asimismo se autoconsideran fuertes y nobles. Miran así a la población de las naciones que consideran inferiores, previamente sujetos a la dominación. El color externo de su piel se ha usado como juicio principal para juzgarlos sin tomar en cuenta su historia, cultura y formación social. Los pueblos de piel más clara han impuesto un desprecio a las de piel más oscura, pero estas últimas han terminado por no aceptar esa condición de inferioridad que pretenden imponerles.
Odio de raza. La ciencia admitió que los negros son humanos, la religión condenó la esclavitud, en el laboratorio el negro era igual al blanco, los políticos rechazaron el racismo, la idea de dignidad humana destripaba el prejuicio, florecía el arte de la negritud. En el plano de la idea general todo apuntaba a un final feliz, pero los humos se me bajaron poco a poco. La realidad es la realidad que pronto se impuso. Parafraseando a Fanon, cuando hablan de los indígenas, los nacos, los pobres, los limosneros, están hablando de ti, para bien la oreja. Un racista, clasista, es un negrófobo.
¿Cómo salir de ese callejón sin salida que es la negritud, debido a la llegada de los pueblos auto considerados como fuertes? ¿Con psicodramas, curas colectivas y las historias de Tarzán, Mickey, ahora serían los juegos infantiles por medio del celular expuestos a una velocidad que impide al niño razonar y lo atrapa y estupidiza? Todo eso es consumido por los niños de los países pobres y las islas caribeñas. El mal, el maligno, el lobo, el demonio, el malo, es siempre representado por un indio o un negro. El niño negro se hará misionero. No es casualidad que el único pueblo que arrasó con los “salvajes malos”, sea el campeón en la producción de una cultura real de violencia.
El hombre (y la mujer) son un sí. Sí a la vida. Sí al amor. Sí a la generosidad. Pero también es uno. No a la indignidad del hombre. A la explotación del hombre. Al asesinato de lo que hay más de humano en el hombre: la libertad … El comportamiento del hombre (y la mujer) debe ser solo reaccional. Y siempre hay sentimiento en una reacción. Ya lo había indicado Nietzsche en la Voluntad de Poder. Llevar al hombre a ser accional, manteniendo en su circularidad el respeto a los valores fundamentales que hacen un mundo humano: esta es la primera urgencia de quien, tras haber reflexionado, se apresta a actuar.
Mientras ellos quieren dominar el mundo y no adaptarse a él, carajo, yo solamente quiero la abolición de los privilegios étnicos. (El texto es un resumen de la obra de Frantz Fanon, casi literal. Lo anterior con motivo de la publicación de la ley para proteger la cultura de los pueblos indígenas y afromexicanos).
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