En la primera entrega mencionaba que la industria petroquímica se convertirá en el principal motor de la demanda adicional de crudo en las siguientes décadas. En eso, la Agencia Internacional de Energía (AIE) y la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) coinciden.
La AIE pronostica que del 2017 al 2030 el consumo de petróleo crecerá en 9.6 millones de barriles diarios (mmb/d), de los cuales 3.2 mmb/d corresponderán a la demanda del sector petroquímico. Mientras que la OPEP calcula que entre el 2018 y 2040 el consumo de petróleo aumentará en 11.9 mmb/d, siendo la demanda de la industria petroquímica responsable de 4.1 mmb/d.
Por sí solos, estas cifras no cuentan toda la historia. Es necesario precisar qué eventos fundamentan estas estimaciones.
Para ello, hay que tener en cuenta que, a pesar de que el número de automóviles en el mundo se anticipa que crezca en poco más del doble entre el 2020 y 2050, el consumo de combustibles no se expandirá en esa proporción. Esto debido a la instrumentación de políticas orientadas a limitar las emisiones de carbono, una mayor penetración de los autos eléctricos y motores más eficientes.
Esto nos enseña que se aproximan décadas donde uno de los principales determinantes de la demanda de crudo mostrara señales de desaceleración. Y esto es un problema para el negocio petrolero, cuyos participantes (algunos) ven en la producción de petroquímicos la alternativa para compensar lo que implica el escenario anterior.
En gran parte, los factores que van a motivar un mayor consumo de productos de origen petroquímico son el dinamismo de la economía de los países asiáticos y una creciente población, principalmente en China e India. En esta parte del mundo, el mercado - y no tanto la disponibilidad de materia prima como en el caso de América del Norte - es lo que de alguna manera estará influyendo en las perspectivas de la industria petroquímica en las siguientes décadas.
Aquí, lo vale la pena preguntarse es qué medidas están tomando las empresas hoy para proteger y fortalecer sus fuentes de ingreso mañana. ¿Se están anticipando o esperando a que el futuro las alcance?
Mientras para Pemex la respuesta está en construir una refinería que produzca gasolina y diésel, principalmente, para otras empresas el camino parece estar en una mayor integración de las actividades de refinación y petroquímica. Esto no es un modelo de negocios reciente, la disrupción más bien consiste en elevar sustancialmente la proporción de petroquímicos que se puede obtener al procesar crudo.
A esta ruta que en inglés se le llama crude-oil-to-chemicals (COTC) ha encontrado en Asia y el Medio Oriente las condiciones para iniciar su crecimiento, e implica llevar los rendimientos petroquímicos de una refinería por arriba del 40 por ciento, el cual es un porcentaje mucho más robusto que los rendimientos convencionales, los cuales oscilan entre 5 y 20 por ciento.
Antes de la pandemia y con el objetivo de obtener más dólares por cada barril de petróleo procesado, ARAMCO y SABIC planeaban echar a andar en el 2025 un complejo en Yanbu, Arabia Saudita, que, al refinar 20 millones de toneladas por año de crudo ligero (o 400,000 barriles por día), produjera 9 millones de toneladas de petroquímicos. La intención era que 45 por ciento de los derivados de cada barril procesado sean petroquímicos. Hoy, mientras ambas empresas están revaluando dicho proyecto, ambas empresas continúan con la mira en la tecnología COTC.
ARAMCO sabe que tener costos de extracción competitivos, reservas abundantes y una producción de crudo alta le da una ventaja, o varias, sobre algunos de sus competidores, y se prepara para hacerse de una mayor participación en el mercado de las resinas plásticas. La petrolera saudí ha firmado acuerdos de cooperación tecnológica para desarrollar la capacidad de convertir el 70-80 por ciento de cada barril de crudo en petroquímicos.
Además de ARAMCO, varias empresas de China igualmente han tomado nota de las perspectivas de la petroquímica y están conscientes de que su mercado doméstico es el más relevante y lucrativo. En China, convertir crudo en precursores petroquímicos como el paraxileno es una tendencia que avanza más rápido de lo que se estima.
En Coatzacoalcos, algunos lectores recordaran la existencia de una planta de paraxileno en Pemex que operaba hasta los primeros años de este siglo. Desde entonces, el mercado es atendido vía importaciones, principalmente desde Estados Unidos. Al 2020, por ejemplo, las compras al exterior fueron de 519 millones de dólares, o 1 millón 129 mil toneladas. Y a diferencia de México, mucho parece indicar que es China, y otros países en desarrollo de Asia, que ven en el paraxileno y otros insumos petroquímicos, una oportunidad a la que vale la pena apostarle.
En la tercera entrega ahondaré en este tema.
Adrian Duhalt es investigador posdoctoral en temas de
energía en el Instituto Baker de la Universidad de Rice, Houston.
Artículo previamente publicado en Expansión
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