En el juicio que se lleva a cabo en una corte de Nueva York, en contra del súper policía de Calderón y principal enlace con el crimen organizado, se está jugando algo más que el propósito de la justicia estadounidense de aplicarle 20 años de prisión o cadena perpetua. El veredicto revelará si el jurado no se impresiona con los besos de amor que el acusado lanza a su esposa ahora implicada, ella también, de participar en el entramado financiero que el exfuncionario diseñó para enriquecerse.
Formado en el CISEN y supuesto experto en inteligencia y contrainsurgencia y, como tal, uno de los verdugos del Ejército Popular Revolucionario, García Luna debe decidir si declara o refuta las acusaciones para cerrar el caso. No parece que lo vayan a refundir de por vida, como es el caso de El Chapo, jefe del cártel al que supuestamente protegían García Luna y su jefe durante el sexenio de horror y muerte en que convirtieron a México, nada más accedió Felipe a la presidencia. Pero algo de justicia está esperando el pueblo mexicano para que pague, ya sea en suelo estadounidense o en su tierra, donde tiene cuentas pendientes.
Hasta ahora han ido a declarar cinco narcos presos, dos policías federales y un exfiscal, pero la prueba reina no ha llegado. La esperanza está sujeta a si un testigo “relevante” ofrece alguna prueba contundente de las fechorías por las que está detenido, entre ellas tráfico de cocaína, secuestros, pago de sobornos y el uso de aduanas y aeropuertos para la distribución de drogas.
No es fácil pasar del dicho al hecho en la narrativa sobre los modos y formas con que el titular de seguridad cobijaba al cártel de Sinaloa. El mejor ejemplo ha sido, hasta ahora, la declaración de Édgar Veytia, exfiscal de Nayarit, quien al ser requerido si guardaba un recibo o documento de sus dichos, éste contestó una verdad de a kilo: “Los arreglos del narcotráfico no son por escrito”. Y algo debe ser cierto, pues los ladrones no dejan facturas.
Corresponde a la autoridad y a la inteligencia policial conseguir las evidencias. Lo que sorprendió en el juicio fue escuchar el nombre del expresidente, Felipe Calderón, a resultas de la afirmación de Veytia de que Luis Cárdenas Palomino, brazo derecho de García Luna, le comentó que la “línea” – de presidencia- era proteger a El Chapo y no al cártel de los Beltrán Leyva, como lo hacía el gobierno de Nayarit.
El gobierno de López Obrador ha identificado la red de corrupción y lavado de dinero tejida por García Luna para beneficio personal y de sus socios que, mediante triangulaciones en paraísos fiscales, movió 15 mil millones de pesos. Evidencias y documentos obran en un juicio civil que se sigue en Florida, a fin de recuperar para la Nación el robo al erario traducido en residencias, vehículos y otros activos. Por este enriquecimiento, a todas luces explicable, el tipo podría ser requerido por la justicia mexicana – si allá no se le condena- para que sea sujeto a proceso, en donde estarían implicados quienes tenían a cargo el CISEN y la Secretaría de Gobernación, durante el sexenio pasado.
Es relevante que después de cuatro años, por fin aparece en tribunales el nombre de Felipe Calderón, refugiado prácticamente en España. Y aunque sigan protegiendo el amaño, como liberarle sus cuentas a Cárdenas Palomino, por una decisión judicial. Está quedando claro cuáles son los poderes de la República que, en lugar de proteger al pueblo, perdonan actividades criminales que han causado tanta muerte y dolor en México. Y son responsables indirectos, también, de la herencia criminal que padecemos.
Por cierto, en el juicio también salieron salpicados quienes desde la prensa mexicana han brindado protección a García Luna, como el caso de los recursos entregados mensualmente al periódico El Universal, donde por cierto sí existen facturas del gobierno priista de Coahuila. Hoy la atención se centra en el primer “pez gordo” detenido en Estados Unidos, pese a la enorme tragedia de Turquía y Siria, y a que en Oaxaca no dan tregua las disputas intercomunitarias en la zona triqui, hechos que dinamitan el proceso de pacificación.
Con mi solidaridad a la compañera, Eva Velásquez Ojeda, ante la lamentable pérdida de su señora madre, María del Carmen Ojeda Martínez. Descanse en paz, y mucha fuerza en sus corazones a toda la familia
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