Desde que nacemos, vamos experimentando cambios. A los pocos meses comenzamos a balbucir para beneplácito de nuestros padres.
Así llega el momento en el que comenzamos a dar nuestros primeros pasos y luego a caminar siguiendo el proceso natural de crecimiento, mismo que irá manifestándose a lo largo de nuestra vida. Y qué decir de la naturaleza, la cual cambia a través de las estaciones.
Llega la primavera y vemos los campos vestirse de gala, ofreciéndonos para el deleite de nuestros ojos toda la belleza con las flores de diferentes colores, los campos reverdecidos y los pájaros que vuelan, cantan y se alegran en gran manera.
Luego llega el verano con el calor sofocante y le sigue el otoño donde comienza la caída de las hojas que nos anuncian que ya se acerca el invierno, el cual arriba con sus consabidos cambios climáticos.
Pero ¿qué de nuestra existencia? Pues en ella también vemos estos cambios. Pasamos de la niñez a la adolescencia en la que se experimentan cambios muy significativos.
Llega la juventud y cuando menos lo esperamos ya estamos en la adultez, donde se comienza a perder la fuerza y la salud, especialmente vemos como nuestro cuerpo se va deteriorando poco a poco y sentimos que en cualquier momento la vida se nos va.
Son cambios que no podemos evitar porque forman parte del proceso natural de la vida. Pero existen también otros cambios que tienen que ver más bien con nuestro carácter y temperamento, que eventualmente nos pueden llevar, o bien a ser mejores personas o personas negativas, y eso hay que evitarlo.
Es algo que se puede trabajar poniendo nuestro mejor esfuerzo. He conocido personas que son muy afectivas, sin embargo, he sabido que son pura apariencia, ya que las personas que viven a su lado tienen serias quejas de ellas.
Los cambios en nuestra vida siempre son necesarios, como lo hemos visto, pero es importante que analicemos como podemos cambiar esas actitudes negativas que crean una imagen de nosotros que, lejos de favorecernos, nos hace persona no grata que nadie quiere tener cerca.
Estamos comenzando un nuevo año y seguramente muchos de nosotros hicimos nuevos propósitos. Entonces reflexionemos, ¿hay algo que debo cambiar? Tal vez en el año que terminó tomamos decisiones equivocadas o hicimos algo que no debimos hacer. Entonces, si estamos conscientes, hay que buscar reparar lo que se hizo mal.
Si cambiamos nuestra actitud nos sentiremos satisfechos de haber hecho lo correcto, de lo contrario estaremos denigrando nuestra imagen.
Las Sagradas Escritura nos dicen: “El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”. ¿Qué quiere decir esto? Se refiere a una persona que cambia con facilidad y ligereza sus pensamientos, acciones, opiniones y conducta.
Hay que cambiar, pero hay que mantener siempre un nivel de congruencia entre lo que decimos y lo que hacemos.
No es fácil, pero vale la pena intentarlo. Hagamos una reflexión, ¿estamos satisfechos de nuestro actuar? Si es así, ¡felicidades! Si no, entonces comencemos por analizar nuestras acciones y comencemos por cambiar aquello que nos causa problemas y nos impide vivir en paz con nosotros y con los demás.
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