De cara al Día de la Raza de este año, tras el grito de independencia en el zócalo capitalino por parte de AMLO con un “¡muera el racismo!” y frente a una serie de acontecimientos recientes que han desenmascarado esta situación, quisiera que hiciéramos consciencia al respecto. Inicio afirmando que, si queremos superar de fondo el racismo, es obligatorio superar el racismo estructural para combatir la discriminación racial. Me explico con algunos ejemplos recientes.
La ocasión en la que Martín Makawi, maestro de su comunidad y guardián de la tradición rarámuri, viajó a la CDMX portando consigo su “chapareke” -instrumento que considera sagrado, hecho con cuerdas tensadas en una punta de maguey y que fue un regalo heredado de sus padres- al salir del aeropuerto, los agentes aduanales se lo confiscaron, aun cuando Makawi trató de explicarles que era un instrumento musical, el cual incluso hizo sonar para ellos, los burócratas aduanales, con malos tratos, argumentos leguleyos y mofas, se lo quitaron. Al llegar a Chihuahua nos habló para externarnos que “le habían quitado un pedazo de su alma”, y fue gracias al activismo digital en redes sociales con el hashtag #elChaparekenoesarma, que el instrumento se pudo recuperar. Esto es prueba y claro ejemplo de que desde la burocracia se orquesta un racismo estructural.
Otro ejemplo es cuando Arath de la Torre hizo referencia a los voladores de Papantla para promover una marca de préstamos bancarios que daban cero intereses, el cual comparó con el interés que genera el número de vueltas dadas por los voladores durante una ceremonia sagrada. Sin embargo, desde el renacimiento mexicano hemos propuesto e insistido en la adopción de formas de educar, tal como lo hace el totonaca, quienes centran su cultura en que los jóvenes encuentren su staku o su don antes de los 15 años, ya que consideran que si un ser humano lo encuentra, entonces vivirá en una constante meditación alineada al cosmos y a la Madre Tierra, en tanto que quienes se apartan de su don, viven en caos. No obstante, el nuevo modelo educativo no solo no lo contempla, sino se enarbola en la bandera del indigenismo, pero solo para fomentar un resentimiento y no se abre para entender en su cosmovisión elementos que pudieran ser aplicables a toda la población.
El tercer ejemplo se ve reflejado en los derechos de la naturaleza, para los indígenas la Madre Tierra es el gran templo, por lo que es necesario implementar leyes que integren la cosmovisión indígena que apliquen a todos aunque estos lleguen a ser incompatibles con el derecho occidental: el romano y el positivo. Tener la humildad para entender la cosmovisión nos permitiría salir del atolladero y no solamente llenar de folclor y demagogia los discursos políticos al dejar a merced de cacicazgos supuestamente representantes del indigenismo incrustados en la partidocracia que medran con el resentimiento que trae consigo la discriminación racial y no resolver el racismo estructural.
Por último, el afirmarnos constantemente que los tlaxcaltecas no son ningunos traidores, de hecho, los mestizos que sentimos orgullo de tener sangre indígena en nuestro ADN, tenemos más probabilidades de que sea tlaxcalteca a que sea mexica, esto por la forma en la que a lo largo de 300 años de colonia se vivió bajo un sistema de castas, donde los tlaxcaltecas estaban al nivel de los criollos y muchos indígenas se hacían pasar por ellos para tener ciertos beneficios. Por ello, hay que reivindicar la identidad tlaxcalteca como la máxima expresión de la conformación de todas las razas, tal como lo señalaba Vasconcelos cuando hablaba de la raza cósmica.
En síntesis, el racismo estructural va más allá de una discriminación racial, por lo que se tiene la necesidad de integrar todo nuestro crisol sanguíneo en una cultura cósmica.
@CesarG_Madruga
@Witzilin_vuel
Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto | Aviso de Privacidad
Reservados todos los derechos 2024 |