El pasado sábado, el dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, visitó Xalapa para tomar protesta a los 212 candidatos a las presidencias municipales de Veracruz.
En ese marco, el cuestionado líder priista afirmó que en el tricolor "sobra carácter, determinación, juventud, experiencia, trabajo y territorio".
Quizá sea cierto que al PRI le sobra todo eso. Lo que le falta —y con urgencia— son votos que lo posicionen nuevamente como una fuerza política competitiva.
Se trata de un partido en franco declive, cuyas mejores glorias en Veracruz quedaron atrás hace más de una década. La última victoria en una elección para la gubernatura fue hace 15 años, cuando Javier Duarte resultó electo. Aún en 2016, con Héctor Yunes como candidato, el partido fue competitivo y estuvo cerca de retener el poder, aunque no lo consiguió.
Desde entonces, el priismo veracruzano no ha podido recuperar el terreno perdido. Por el contrario, ha sufrido un éxodo constante de cuadros hacia otras fuerzas políticas: Morena, PAN, MC y el Partido Verde han recibido a exdirigentes y militantes del tricolor. Este fenómeno es reflejo del desgaste, la mala imagen y la creciente irrelevancia del PRI en el escenario electoral.
Durante su discurso en Xalapa, Alejandro Moreno calificó a sus candidatos como "los mejores cuadros del partido". Tal vez tenga razón, pero esto se debe más a la falta de opciones: muchos priistas con trayectoria han abandonado la vida política o se han sumado a otros proyectos. Hoy, el PRI ofrece más incertidumbre que futuro, más descrédito que respaldo.
En la contienda por las alcaldías de Veracruz, el panorama para los candidatos priistas es, por decir lo menos, complicado. Las encuestas y sondeos conocidos hasta ahora los colocan en los últimos lugares, con un nivel de intención de voto que ronda entre el 8 y el 10 por ciento.
Resulta difícil imaginar que el PRI gane alguna cabecera distrital. Los únicos municipios donde podría ser competitivo son Orizaba y Perote, aunque ni siquiera allí tiene asegurado el triunfo.
Con Alejandro Moreno al frente del comité nacional y Adolfo Ramírez en la dirigencia estatal, el partido parece condenado al fracaso en Veracruz. Aquellos candidatos que logren alzarse con una victoria el próximo 2 de junio lo harán no gracias al PRI, sino a pesar del partido.
Incluso una de las figuras con mayor reconocimiento y trayectoria, Carolina Gudiño, parte desde la tercera posición en la contienda por la alcaldía del puerto de Veracruz. Las candidatas que dominan la escena son Rosa María Hernández Espejo, de Morena, e Indira Rosales San Román, del PAN.
Esa es la realidad de un partido en decadencia, tanto en Veracruz como a nivel nacional.
Tras las elecciones locales de 2016, cuando el PRI superó el 30% de la votación, su caída ha sido sostenida: en 2017 obtuvo apenas el 16.2%; en 2018, el 11%; en la elección intermedia de 2021, aun en alianza con PAN y PRD, cayó al 10.2%; y en 2024 apenas alcanzó el 10.8%.
Las cifras de la última década no dejan espacio para el optimismo. Las encuestas más recientes confirman una tendencia clara: el PRI continúa su descenso.
Así se escribe hoy la historia de un partido sumido en la mediocridad, sin rumbo, sin liderazgo, y cada vez más alejado de los electores.
@luisromero85
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