Este 2023, se cumple 20 años de una iniciativa que surgió de una conocida familia de El Muelle y la cual ya se convirtió en toda una tradición, donde se conjuga el amor y el recuerdo de quienes ya no están con nosotros.
Don Manuel Alfonso Lugo, quien era velador y panteonero de El Muelle, fue creador de esta arraigada costumbre que siempre se realiza la noche del 1 de noviembre; en el 2003 comentó a su familia que debían recibir a las almas olvidadas que descansan en el panteón, por lo que propuso a su esposa María Salazar González, colocar veladoras y comida en las tumbas que no son visitadas.
Planeó hacer tamales, tirar cohetes y prender velas por todo el camino del camposanto, para que los fieles difuntos se guiaran para regresar al mundo terrenal.
En el comienzo, la tradición contaba con alrededor de diez personas, incluyendo a los hijos de María, su hermana, su sobrino y José Manuel, quien además compró juguetes para los niños difuntos.
Trágicamente, Don José perdió la vida el 12 de mayo de 2004, sin embargo, su familia se reunió y decidieron con seguir con la visita de acuerdo a lo que había dejado dicho don José, pero con el paso de los años, más personas se unieron a esta iniciativa.
Vecinos de la cercana comunidad como la de El Cedro, empezaron a contribuir con café, mientras que María y su familia realizaban tamales que repartían entre los asistentes, además que comenzaron a llegar personas de otras colonias cercanas de El Muelle.
El evento se transformó en una auténtica celebración, donde la música, el baile y la comida se sumaron a la conmemoración de los seres queridos que ya no están en cuerpo, sino con los recuerdos y la nostalgia de querer convivir con ellos.
En este panteón, con la colocación de alumbrado público facilita las visitas nocturnas, sin embargo el camino para esta fecha es iluminada por las luces de las veladoras.
María Salazar González enfatizó que la invitación a unirse a la tradición siempre ha estado abierta a todos, independientemente si tienen familiares sepultados en este camposanto.
Esta tradición no solo mantiene viva el amor y el respeto por los seres queridos que ya no están con nosotros, sino que es una muestra que conmueve ya que las familias pueden honrar a sus seres queridos.
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