Carlos Yahir Sarrabal González, elemento de Protección Civil y Bomberos de Acayucan, falleció a causa de una enfermedad que silenciosamente fue apagando su fuerza, su voz, pero nunca su espíritu.
Carlos no fue un bombero cualquiera. Dedicó la mitad de su vida a salvar a otros, sin esperar nada a cambio.
Siempre estuvo en la primera línea del peligro, sin importar el riesgo, porque su vocación era servir.
En cada incendio, en cada accidente, ahí estaba él, con su casco bien puesto y el corazón por delante.
Quienes lo conocieron saben que no solo era valiente, también era detallista y orgulloso de su trabajo.
Cada vez que salía o entraba de guardia, se detenía a limpiar los camiones de bomberos. Para él, eran más que herramientas: eran parte de su vida. Decía que un camión limpio hablaba del respeto que se le tiene a la labor.
Hasta el último instante, mantuvo la esperanza de volver al cuartel, de ponerse otra vez el uniforme y continuar haciendo lo que tanto amaba.
Su partida duele.
Se fue un compañero, un amigo, un hermano. Duele su partida porque aún tenía mucho por dar, muchas más vidas que salvar, muchas más historias que contar.
Carlos Yahir será recordado no solo por su uniforme, sino por la manera en que lo honraba. Hoy su ausencia pesa, pero su ejemplo queda para siempre en cada sirena que suene, en cada misión que inicie, en cada vida que logre salvarse gracias a lo que él enseñó.
Su cuerpo es velado en la calle Independencia entre calle Francisco I. Madero y calle Dolores en el barrio Tamarindo de esta ciudad de Acayucan, donde tenía su domicilio.
Este miércoles realizarán un homenaje para posteriormente ser sepultado en el panteón municipal.
Descanse en paz el querido Negro.
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