Don José Fararoni Alfonso, desde hace varios meses lamentaba el haber perdido a quien decía, era su único hijo. Un hombre que lo cuidó hasta que en un accidente perdió la vida hace unos nueve o diez meses.
Él vivía en un predio llamado Los Mangos, ubicado entre los municipios de Texistepec y Jaltipan, muy cerca, refieren quienes lo conocieron, de la congregación de Francisco I Madero, localidad de la primer municipalidad mencionada.
El 12 de agosto pasado, la dirección municipal de Protección Civil lo encontró deambulando por los caminos de terracería, iba en dirección a la Cruz del Milagro, donde aseguraba, tenia familia, pero también, informó, tener una nuera en Los Mangos.
Esa mujer, quien fuera esposa de su hijo hasta el fallecimiento de éste ultimo, lo echó de la vivienda donde era cuidado por su descendiente, no quiso o no pudo mantenerlo. Pero la autoridad municipal decidió llevarlo hasta ese mismo sitio y fue testigo de que, esa persona lo rechazó. Lo reconoció como su suegro pero no quiso hacerse cargo de él, por lo que los socorristas lo trasladaron hasta la Cruz del Milagro, donde una jovencita, según un dato que circula en un perfil de Facebook de un empleado del gobierno municipal, lo admitió como su abuelito.
Sin embargo la vida para don José Fararoni era difícil, Lidia Fernández Hernández, una mujer también de la tercera edad, habitante de la Cruz del Milagro, comerciante, relató que el abuelito buscaba siempre a los pobladores de la comunidad, porque ahí se le ofrecía comida, un techo y hasta una convivencia con los niños, a quienes el decía que eran sus nietos.
Sin embargo, la necesidad de buscar un lugar donde vivir plenamente no le satisfacía lo que le podían dar los habitantes de la Cruz del Milagro y así, se iba del lugar y caminaba hacia otros rumbos, otros municipios y regresaba.
Así este viernes volvió a la Cruz del Milagro, un buen samaritano, hijo de doña Lidia, le dio posaba en un lote de la colonia Los Pocitos, para que durmiera en una casa de madera, cerca de unos hermosos manantiales que dan nombre a ese sector de la comunidad sayuleña, rodeado de bellos y frondosos árboles frutales, y así lo hizo. Este mismo sábado por la mañana, la misma familia de doña Lidia Fernández, una mujer dedicada al comercio ambulante, le llevó de desayunar al lugar y así lo hizo.
José Fararoni sufría de movilidad en las piernas, de la vista, no estaba emocionalmente en todos sus cabales, y ya en dos ocasiones anteriores, doña Lidia Fernández lo convenció de que no se quitara la vida con telas que había sujetado a su cuello, en las ocasiones que llegaba al poblado a refugiarse. Ni en la noche del viernes, ni en la mañana de este sábado, mostró sus intenciones suicidas. Hacia las 10 de la mañana, mujeres que pasaban rumbo a los “pocitos” pudieron ver el cuadro trágico, un hombre de edad avanzada, ahorcado con una cuerda que sujeto al marco de la puerta de la casa de madera.
La imagen sin vida, semicolgado de don José Fararoni, de 68 años de edad que cumpliría el 26 de noviembre de este año, daba la bienvenida al lote y a la casa de madera.
Una credencial de elector suya, que el empleado municipal mostró en su red social en agosto pasado, señalaba que se trataba de un hombre que tuvo su domicilio en la calle Gutiérrez Zamora 85, de la colonia San Miguel de Jaltipan; pero él le dijo a sus bienhechores que era originario de Hueyapan de Ocampo, de la familia Fararoni, y que vivía en Los Mangos, hasta que su hijo murió y su nuera, lo corrió.
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