Justo en las inmediaciones de una conocida tienda de la ciudad, todos los días se reúnen personas con alcoholismo que forman el conocido ‘escuadrón de la muerte’, sin ninguna esperanza y olvidados por su familia.
La escena es desoladora, hombres y hasta mujeres, visiblemente deteriorados por el vicio del aguardiente y el resistol, vagan sin rumbo fijo, cada uno con su inseparable botella en la mano.
Su aspecto descuidado y sucio refleja la falta de atención con la que han sido relegados en la sociedad misma, a pesar de que algunos de ellos aún tienen familia, estos ya no se preocupan, al dejarlos vivir en pésimas condiciones, sin hogar ni comida por lo que se ven obligados a buscar refugio en las calles y a subsistir como pueden.
Las escaleras del negocio se ha convertido en el punto de encuentro de este grupo, pasan sus días y noches, junto a perros callejeros que también han sido abandonados, la relación es similar entre ellos, ambos grupos son dejados a su suerte, víctimas de la indiferencia y de la marginación social.
Muchos de ellos presentan signos claros de enfermedades físicas y mentales, pero carecen de acceso a servicios de salud adecuados, sus adiciones y la ausencia de cuidados básicos han deteriorado su salud y calidad de vida.
Aunque algunos intentan salir de esta situación, buscando apoyo y rehabilitación, las opciones son limitadas y muchas veces insuficientes, la falta de programas integrales de atención a personas adictas por parte del gobierno federal contribuye para que estos permanezcan olvidados.
A pesar que muchos de ellos han sido internados en centros psiquiátricos o de recuperación, cuando salen, regresan al punto de reunión de los integrantes del ‘escuadrón de la muerte’ y a las adiciones las cuales no pueden dejar, por lo que al parecer su destino será que darán su último respiro en las calles, que la convirtieron en su segundo ‘hogar’.
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