Los consumidores hidrómilos han reducido su compra de carne producida localmente, debido a la percepción de que su calidad no justifica el elevado precio, optando en su lugar por carne de supermercado.
La diferencia en el costo ha sido clave en este cambio de hábitos alimentarios, destacando que mientras el kilo de carne local alcanza los 130 pesos, las charolas de carne en supermercados, con certificación TIF, oscilan entre 50 y 125 pesos por porciones de 450 a 700 gramos.
Los productos de supermercados, que provienen de rastros con certificación Tipo Inspección Federal (TIF), ofrecen mayor confianza en términos de calidad y seguridad alimentaria, lo que ha inclinado a los consumidores locales a preferir estas opciones, según expresan.
Los hidrómilos valoran no solo el ahorro que representan estas presentaciones, sino también el control de calidad. Mientras que en el mercado local la mayoría del ganado proviene de la selección realizada por los introductores, quienes tienen el control del rastro.
Con la finalidad de tener más ganancias, los introductores compran ganado de baja calidad o viejo, por lo cual a carnes es particularmente dura sin importar de que parte de la vaca sea; los tablajeros no seleccionan la carne, venden lo que les dejan, lo cual ha mermado al calidad del producto con el paso del tiempo.
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