Recientemente se dió el caso del encallamiento de una barzaca en las costas del Golfo de México, mas especificamente en las playas de Villa Allende a solo unos cuantos kilómetros de Coatzacoalcos.
Esto a cusa de las fuertes rachas de viento y el gran oleaje dejado por el frente frío 1, pese a que en esta ocasión los trabajadores pudieron ser rescatados con exito, en otra ocasión ya se habría dado una situación que no terminaría tan bien a causa de una mala decisión todo saldría mal.
Sería el 15 de octubre de 1995, cuando el huracán Roxana azota la Península de Yucatán. Los fuertes vientos, con ráfagas de hasta 120 kilómetros por hora, levantan olas de más de 11 metros de altura que embisten violentamente a la barcaza DLB-269 en la Sonda de Campeche. Desesperados, los tripulantes esperan la orden de sus superiores para encallar en algún puerto de abrigo.
La respuesta, sin embargo, es inaudita: el supervisor de buzos le informa al capitán de la barcaza que los funcionarios de la compañía estadounidense Corporación de Construcciones de Campeche CCC —que prestaba sus servicios a Petróleos Mexicanos (Pemex)— habían decidido que en lugar de ir a la costa, la barcaza, con todos sus tripulantes a bordo, debía resistir el paso del huracán.
Una decisión fatídica. Días antes Roxanne parecía que se alejaba fuera de peligro hacia el norte, pero el sábado 14 dio un giro inesperado y se enfiló de nuevo hacia los litorales de Campeche.
En un intento por evitar la catástrofe que se avecinaba, dos naves remolcadoras permanecieron auxiliando a la embarcación para mantenerla a flote mediante líneas de tensión, pero los esfuerzos fueron insuficientes debido a que las fuertes ráfagas terminaron quebrando uno de los cables y provocando que se abriera una vía de agua.
A las 17:20 horas la tripulación presenció cómo el barco se empezaba a hundir. Fue entonces cuando empezó la lucha por sobrevivir. No todos lo consiguieron.
Muchos de los que lograron agarrarse a las balsas salvavidas fueron arrastrados hacia las hélices. Conforme fueron pasando las horas, los supervivientes solitarios se balancearon entre la confusión y una última esperanza de salvación.
Esta llegó finalmente con el arribo de tres embarcaciones (Capitán John, Seabuck North Caroline y Ducker Tide) que prestaron su servicio para el auxilio de lo supervivientes. Unos 180 tripulantes fueron rescatados.
Algunos de ellos relataron años después que todavía tuvieron que esperar un par de días más para poder encallar en tierra, pues la fuerza del huracán dejaba poco margen para las maniobras.
Al día siguiente el diario El País informó que tres trabajadores de la sonda petrolera Campeche, dos mexicanos y uno estadounidense, habían fallecido; mientras que otros 22 seguían en calidad de desaparecidos. La embarcación llevaba 245 personas a bordo, de las cuales 57 eran extranjeros.
“Poco más de 70 personas nos acomodamos en el piso del comedor, hombro a hombro, nalga con nalga, espalda con espalda, el agua dentro del barco alcanzaba los 25 centímetros; era una mezcla de orines, excremento y vómitos de los compañeros y amigos que nunca, nunca pensamos en haber estado tan unidos y alentándonos. Muchos rezaron e imploraron por seguir vivos”, relató uno de los supervivientes que viajaron a bordo del barco abastecedor Ducker Tide.
Aunque al principio se culpó al huracán, conforme fueron pasando los años y los supervivientes fueron aportando sus testimonios se llegó a la conclusión de que las empresas CCC, J. Ray Macdermott y otros asociados, habían actuado con negligencia al negarse a trasladar la barcaza hacia un lugar donde estuviera a salvo.
Con información de Infobae
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