Durante las primeras horas del 6 de agosto de 1945 el mundo cambió por completo. La primera bomba atómica caía sobre Hiroshima, dejando a su paso la muerte instantánea de cientos de personas.
El bombardero B-29 Enola Gay, pilotado por Paul Tibbets, sobrevoló esta ciudad japonesa y soltó su carga; las alarmas advertían a los ciudadanos sobre un repentino ataque aéreo, los cuales ya eran una constante durante la Segunda Guerra Mundial. Nadie estaba preparado para el horror que se avecinaba.
La bomba 'Little Boy' explotó a unos 600 metros del suelo; el ‘brillo de mil soles’ inundó Hiroshima, borrando prácticamente a todo aquel ser vivo que estuviera cerca del radio de impacto, destruyendo edificios y casas, dejando un escenario apocalíptico.
Los sobrevivientes poco entendían en ese momento de lo que acababa de pasar, las autoridades japonesas quedaron en shock al cuantificar el número de personas que murieron y las que resultaron con heridas que a la postre los dejarían marcados por el resto de sus días.
Solo tres días después, el 9 de agosto, una segunda bomba fue lanzada contra la ciudad de Nagasaki, lo que causó que el imperio japonés optara por rendirse, lo que marcó el verdadero final de la guerra, que si bien en Europa se firmó el 8 de mayo, las batallas en el océano Pacífico estaban lejos de terminar.
Mucho se ha especulado sobre si era necesario el uso de esta arma de destrucción masiva en contra de civiles; se ha dicho que más allá de un acto de guerra había una clara intención política por parte de los Estados Unidos hacia su otrora aliado, la Unión Soviética, que estaba cerca de llegar vía terrestre a territorio nipón, lo que prendió algunas alarmas entre autoridades militares norteamericanas.
La derrota de Japón fue anunciada oficialmente por el emperador Hiroito el 15 de agosto; el 2 de septiembre, el imperio firmó su rendición formal, terminando definitivamente una guerra que causó la muerte de millones de personas en territorio europeo y asiático. A más de 70 años, la gente de Hiroshima sigue manteniendo vivo este acontecimiento, como un recuerdo de la destrucción que el uso de estas armas puede traer para toda la humanidad.
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