El día de ayer, lunes seis de agosto del presente 2024, ocurrió un sismo de 6.3 grados en la escala de Ritcher alrededor de las 13:00 horas con epicentro en el noroeste de Arriaga, en Chiapas, sin embargo, un geofísico llamado Marco Antonio Penagos Villar predijo este fenómeno cuatro horas antes de que sucediera.
Penagos Villar suele ser bastante activo en redes sociales, por lo que llamó la atención su “predicción” del día de ayer, ya que afirmó que se presentaría un sismo debido a que “el Sol estaba generando una fulguración clasificada como Tipo X”. Además, el especialista escribió en Facebook:
“Preventivamente atentos a sismos de magnitudes 4.5 y 5 y terremotos de magnitudes 6 o superiores en las zonas sismo genéticas que ya conocemos”, escribió a las 09:00 horas del día de ayer.
De acuerdo con el científico, sus predicciones las realiza con base en la lectura de flujos electromagnéticos y el análisis de la radiación solar, y cabe destacar que, ha tenido éxito en la prevención de movimientos telúricos en Chiapas y México en años recientes, como el ocurrido en Ciudad de México en el 2017. A pesar de no contar con la mejor tecnología, su trabajo se enfoca en la probabilidad de prever desastres naturales con métodos alternativos.
De acuerdo con la página web oficial del Servicio Sismológico Nacional (SSN): “No existe una técnica que permita predecir los sismos. Ni los países como Estados Unidos y Japón cuya tecnología es muy avanzada, han sido capaces de desarrollar una técnica predictiva de temblores”.
No obstante, un grupo de científicos del Centro Alemán de Investigación de Geociencias GFZ en Potsdam, Alemania, analizaron lo que ocurrió previo a los dos terremotos de magnitud 7.8 y 7.5 en escala de Richter que cimbraron a Turquía y Siria el pasado año 2023 y que dejaron miles de muertos.
En artículo publicado en la revista Nature, sugieren que los terremotos de gran magnitud podrían mostrar una fase de preparación que podría ser apreciable varios meses antes. La doctora Patricia Martínez Garzón, directora del equipo, detalló que ocho meses antes del terremoto de Turquía, dos zonas cercanas al epicentro, en un radio de aproximadamente 20 kilómetros, se iluminaron con sismicidad y se mantuvieron con bastante actividad.
«Esa sismicidad era anómala, tanto en intensidad como en frecuencia, frente a lo que habíamos registrado durante nueve años. Además de haber muchos más terremotos, la cantidad de energía liberada fue mayor», dijo en entrevista con el medio español ABC. “El cambio ocho meses antes indicaba que algo era diferente en la actividad de la falla. Pero esto no significaba necesariamente que fuera a culminar en un terremoto de gran magnitud. Hay veces en las que la falla se activa y no acaba en un gran sismo”.
El terremoto de Turquía fue desencadenado por la actividad de las fallas en Anatolia del Este. Los expertos identificaron meses antes terremotos de una magnitud entre 4 y 4.5, además de señales preparatorias en la falla principal y en una falla secundaria.
Sin embargo, los expertos advierten que estos son fenómenos demasiado complejos y aún requieren de muchos estudios para determinar si las señales pueden usarse como aviso temprano o sistemas de alerta.
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