Parafraseando al maestro de la Barreda quien sobre tal conducta dijo que: de todas las manifestaciones de la conducta humana, ninguna es más aborrecible que el crimen, en el que anulado todo resquicio, no sólo de simpatía empatía incluso; de mínima piedad por el otro, se destruye su vida o se le causan daños tan graves, como sucede por ejemplo en una violación, el secuestro, la mutilación. Ninguna otra expresión del "homo sapiens" resulta tan desconcertantes, tan inquietante, tan enigmática como el crimen. Como es posible que el ser humano capaz de crear las obras de arte más maravillosas, de inventar las cosas más inauditas, de lograr el desarrollo tecnológico más sorprendente, de conseguir los avances en la medicina más espléndido para sanar y aliviar el dolor, de realizar los actos heroicos más increíbles; cómo es posible que este mismo ser pueda llevar a cabo las acciones más execrables?
El crimen es el más remoto y oscuro desafío a la capacidad humana. Existe desde siempre, como lo indica el mito de Abel asesinado por su hermano Caín, quien no soporto los celos que le provocaba la preferencia de Yahve. Los criminólogos han invocado factores biológicos y sociales, pero lo cierto es que entre dos seres de característica biológicas muy similares, un entorno social muy semejante, suele haber abismales diferencias de conductas?. Acason el que mata lo hace porque es un asesino? , por lo cual el delito manifiesta finalmente la verdad de su naturaleza.
Esta explicación bien mirada en realidad no aclara no explica nada, a menos que aceptemos una teoría como la de César Lombroso que habla de un delincuente nato, un ser atávico que no evolucióno, o que admitamos un signo fatal en ciertos individuos. Lo cierto es que lo que nos humaniza o deshumaniza, no en el sentido biológico sino antropológico y axiológico; son nuestras conductas. Nadie nace asesino y quizá nunca lo sea. Pero en cada momento de nuestra vida y a pesar de todas las limitaciones y condiciones que nos imponen las circunstancias personales y sociales; podemos decidir, ejercer el albedrío, entendido no como libertad plena sino como posibilidad de actuar de uno u otro modo, así vamos conformando nuestro amenidad, con cada uno de nuestros procederes, con cada una de nuestras actitudes ante el mundo, ante los otros, ante nosotros mismos.
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