“El 23 de octubre de 2019, a 44 años de la desaparición de su hijo y cuando doña Rosario Ibarra tenía 92 años, el Pleno del Senado de la República aprobó otorgarle la Medalla de Honor Belisario Domínguez, como un justo reconocimiento por su ardua labor como activista y defensora de los derechos humanos por más de cuatro décadas en favor de presos, desaparecidos y exiliados políticos. El Senado de la República reconoció en ella toda una vida dedicada a luchar para dar voz a los que no la tienen y exigir justicia por los que ya no pueden hacerlo ... Dejo la medalla en custodial del Presidente Andrés Manuel López Obrador … María del Rosario Piedra Ibarra, actual presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) compartió el sentir de su madre, pues dijo que a “ella le hubiera gustado jamás haber recibido un reconocimiento, sino mejor ser una mujer desconocida, pero -a cambio- que su hijo estuviera a su lado y no desaparecido” .
El 19 de abril de 1975, en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, fue detenido “Rafael” que era el seudónimo de Jesús Piedra Ibarra. Esto ocurrió durante el gobierno de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976). La operación fue ejecutada por la Dirección Federal de Seguridad (DFS), del entonces régimen priísta. Aquella dependencia funcionó como una policía política y fue el lugar en donde operaron los temibles Miguel Nazar Haro, Fernando Gutiérrez Barrios, Javier García Paniagua y José Antonio Zorrilla. Fundada en 1947 y, en 1985, no desapareció, sino que se fusionó con otras dependencias y en 1989 dio origen a una nueva policía política, el CISEN. Surge la DFS en la época en que el impulso de la revolución mexicana se debilitaba y dio un giro a la derecha: a la presidencia llegó Miguel Alemán.
Segmentos de la sociedad y, sobre todo los jóvenes, ante la cerrazón y la represión, tomaron la vía de la formación de grupos armados inspirados en parte por la existencia de un bloque socialista, la revolución china, cubana y la derrota de EU en Vietnam. La aparición de Jesús Piedra en el escenario de los grupos armados no sería extraña: su padre fue parte de agrupaciones estudiantiles de corte comunista; Rosario Ibarra de Piedra, su progenitor, había participado en la Revolución mexicana. En los años sesenta y setenta se caracterizaron por el surgimiento de grandes urbes mexicanas, como resultado en parte de la migración, que reflejaban la segmentación de la sociedad entre ricos y pobres en donde, estos últimos, empezaron a ocupar las periferias.
Rosario Ibarra de Piedra, madre de Jesús Piedra, nació un 24 de febrero en la ciudad de Saltillo, Coahuila, en 1927. Su nombre de pila fue el de María del Rosario Ibarra de la Garza. El segundo apellido con el que fue conocida “de Piedra” fue asumido por ella en virtud de que se casó con el médico Jesús Piedra Rosales, quien en su juventud perteneció a la Sociedad de Alumnos Socialistas de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Fue un profesionista con sentido social más allá de su compromiso político, escuché de personas cercanas a Rosario que su esposo ofrecía consultas a precios módicos con el fin de que las personas humildes acudieran a su consultorio. Fue madre de cuatro hijos: Claudia, Jesús, Rosario y Carlos.
La operación de captura de Jesús ocurrió cuando era jefe de la DFS Miguel Nasar Haro, creador de los sistemas de espionaje, la guerra sucia y la Brigada Blanca. La Brigada, fue una estructura policiaca creada para infiltrar y perseguir a grupos subversivos. Fueron estas estructuras las que recibió Genaro García Luna cuando fue nombrado por Felipe Calderón como encargado de la seguridad pública. Los narcos no fueron considerados tan peligrosos como los grupos guerrilleros que si aspiraban claramente al poder. Cuando detienen a Jesús Piedra, en 1975, en parte fue el resultado de las operaciones de infiltración de agentes que lo localizaron y luego lo detuvieron, para desaparecerlo más tarde. Existen testimonios de que su detención fue realizada por agentes de la DFS. Todavía, en 1974, les envió una carta a sus padres diciendo que estaba bien.
Previamente, la familia, Rosario y su esposo, fueron detenidos de manera violenta. Se cuenta que, en 1974, la primera detención había ocurrido un año antes, el esposo de Rosario sufrió un lesión que lo afecto y por lo que demandó al gobierno sin éxito hasta los últimos días de su vida. Las detenciones de Rosario y de su esposo tuvieron como objetivo el saber del paradero de Jesús. La familia aparte de amenazada fue criminalizada. Como el acudir a instancias gubernamentales era como el mito de Sisifo, las familias se encontraron ante la cerrazón gubernamental y en 1977 decidieron crear el Comité proDefensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y exiliados Políticos de México. EUREKA. De esta organización surgió el Frente Nacional Contra la Represión (FNCR).
La desaparición de Jesús modificó la vida relativamente tranquila de una familia de clase media regiomontana, sostenida por la profesión del entonces médico Jesús Piedra Rosales. Jesús, hijo, era parte de la Liga Comunista 23 de septiembre. Es importante comprender el contexto político. La sociedad mexicana era gobernada por un partido político que no daba margen a la disidencia ni siquiera política conformada por partidos satélites creados por el propio sistema, ganaba todas las elecciones sin importar su rango, municipales, estatales y federales. Socialmente, era una comunidad nacional que durante algunas décadas había logrado tasas de crecimiento del seis por ciento lo que le dio una aparente estabilidad, que fue irrumpida por el movimiento estudiantil de 1968.
Rosario se transformó en la vocera de las “Doñas” como se les conoció a las madres que empeñaron su vida en la búsqueda de sus hijos desaparecidos. Esto es muy importante porque en Latinoamérica ocurrió una tendencia en la que las mujeres feminizaron la resistencia contra la represión y la lucha por la presentación de sus familiares. Las Madres de la Plaza de Mayo, en Argentina, y el surgimiento de EUREKA, en México, son hechos históricos que marcaron una época y que continúa en la actualidad con las “madres buscadoras” de personas desaparecidas en el contexto de la narquización de las sociedades latinoamericanas. Rosario y las “Doñas” participaron de la pavimentación del camino para que Claudia ahora sea la presidenta de México.
Se confrontó con Luis Echeverría, acudió a la ONU e incorporó la huelga de hambre como mecanismo de lucha para liberar a presos políticos. En 1978 logró junto con las doñas y una huelga de hambre la excarcelación de mil 500 presos, el regreso de 57 exiliados y la cancelación de dos mil órdenes de aprehensión, de acuerdo a un texto de Violeta Rodríguez García. Dos veces candidata a la Presidencia, senadora y diputada, se hizo acreedora a la medalla Belisario Domínguez y fue postulada al Premio Nobel de la Paz. Ella no declinó a favor de Cuauhtémoc Cárdenas, en 1988, cuando se integra el Frente de partidos que postuló a Cárdenas y que ganó la presidencia, pero que le fue arrebatada por un fraude electoral que llevó a Carlos Salinas de Gortari a la presidencia.
Acompañó a Cárdenas (PRD, aunque todavía no existía como partido político) y a Manuel Cloutier (PAN), durante las protestas contra la “caída” del sistema electoral que presidía el ahora secretario de la CFE, Manuel Bartlett.
Rosario era una mujer muy culta, era aficionada a la literatura y la poesía, pero de aquellos identificados con la lucha social que la inspiraban en los discursos que infinidad de ocasiones escuché de ella. Esa experiencia se reflejaba en los discursos que llamaron la atención cuando se lanzó en la búsqueda de su hijo, Jesús. Igualmente, durante la campaña de 1982, cuando fue inscrita como la primer mujer candidata a la Presidencia de la República, por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), una organización de corte trotskista que la postuló a la presidencia y a la que no pertenecía. Sus discursos sacudían las cuerdas más íntimas de nuestros estados de ánimo. Rosario, fue una revelación y aún más por la causa que representaba.
Su narrativa no era un discurso como el de Obrador, orientado a cuestionar la antidemocracia, el cambio fallido, el autoritarismo y la corrupción, entre otros aspectos. Rosario, por la tradición personal y el dolor que la acompañaba (la desaparición, el sufrimiento de ella y su familia, las amenazas y estar vigilados por las estructuras de seguridad del Estado, el saber de las torturas que padecían los detenidos o desaparecidos por el gobierno) provocaba algo más en sus discursos electrizantes: había en ella una tendencia hacia un tipo de sociedad anticapitalista: en uno de sus discursos, como olvidarlo: “las empresas podrán funcionar sin los patrones, pero nunca podrán funcionar sin los trabajadores”. Esto ocurrió antes de la caída del Muro de Berlín, que movió tantos esquemas.
Así se pavimentó el camino hacia la presidencia de Claudia Sheinbaum.
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