Afectuosamente lo invito a nuestras reuniones dominicales a las 11.30 o 6.30 en La Iglesia Cristiana Bíblica AGAPE de La Llave 1002 casi esquina con Aldama.
El reloj se detuvo a las 8:15 de la mañana. Era el 6 de Agosto de 1945. El lugar es un astillero de un muelle a pocos kilómetros de Hiroshima, Japón. El Sargento Edward Sawyer, prisionero de guerra desde hace tres años, trabaja descargando un barco lleno de azúcar con otros siete hombres. Repentinamente una refulgente luz blanca lo iluminó todo y el cegador resplandor los hizo trastabillar.
El barco fué succionado por el mar para emerger de nuevo. Un retumbo como el de un trueno distante sube de intensidad y el mar se agita con un viento ciclónico.
El pavor los petrifica y es hasta entonces que un ruido espantoso llega hasta ellos. El cielo se torna plomizo y no aciertan a comprender qué sucede. El calor se vuelve insoportable.
Al salir del barco Sawyer contempla una terrible destrucción: los contados edificios que quedan en pie comienzan a derrumbarse como si fueran de arena con un enorme estruendo. Una lluvia de negras y gruesas gotas empieza a caer cerca de él. Alrededor un ominoso silencio reina.
Lo que había sido su mundo aparece ahora humeante y devastado. El río lleva al mar muchos cuerpos carbonizados, algunos abrazados en un último intento de protección en grupos patéticos y espeluznantes.
En muchos kilómetros a la redonda todo ha quedado destruido y literalmente borrado del mapa. Físicamente está ileso pero emocionalmente se siente destrozado. La gente que empieza a llegar a socorrer dice que un gran viento misterioso ha sido el culpable.
Sólo después de unas horas se conoce la terrible verdad: Los Estados Unidos lanzaron sobre la ciudad una terrífica y letal arma hasta entonces desconocida: La Bomba Atómica.
Tres días después la hermana ciudad de Nagasaki sufre la misma calamidad.
Atrás quedan los Hitler, Churchill, Dunkerke y Pearl Harbor. Este evento aciago pone fin a la Segunda Guerra Mundial con la rendición incondicional de Japón pues no había Almirantes Yamamotos ni admirables Kamikazes preparados para enfrentarse a ésta arma.
El Presidente Truman declara que fue una decisión difícil pero necesaria y así se cierra oficialmente éste negro y doloroso episodio de la Humanidad.
Digo oficialmente porque la herencia de traumas, malformaciones genéticas, esterilidad, ceguera y daños ecológicos de la contaminación por radiación han perdurado muchos años más y aún hoy día pueden registrarse en nuestros hermanos japoneses.
Amable lector: ¿Qué produce en usted leer esto? Aguas de reposo se sale hoy de su línea habitual para recordar, a 78 años de distancia, a tanta gente que perdió la vida o que todavía está sufriendo los estragos de la explosión atómica en un intento que deseo y espero resulte eficaz para que reflexione en dos puntos básicos:
El Primero es que a la actual generación parece no importarle ésta masacre. Personas preciosas perdieron la vida y muchos las arriesgaron para conseguirnos ésta paz que gozamos hoy.
Las tumbas dedicadas a los Soldados Desconocidos son un elocuente testimonio del altísimo y doloroso precio que se pagó.
¿Aquilata usted ésta paz que disfruta hoy? No fue gratuita ni fácil.
En Segundo lugar le cito éstas Palabras del Apóstol Pablo: “Oremos por nuestros gobernantes para que vivamos quietamente en paz” (I de Timoteo 2:1-2).
Debemos orar por quienes nos gobiernan pues no es La Voluntad de Dios que los ataquemos ni sublevemos ni hagamos marchas, plantones ni protestas contra ellos pues sólo Dios tiene Derecho de ponerlos y quitarlos (Daniel 2:20-22).
Que El Señor les dé la humildad y sabiduría para regirnos acertadamente.
Créame que La Oración es un arma mucho más eficaz.
Finalmente le digo que La Paz Verdadera, no una simple tregua, no vendrá gracias a un gobernante o partido político.
No: ésa Paz tan anhelada sólo vendrá cuando nuestro Señor JESUCRISTO: El Príncipe de Paz, regrese a establecer Su Reino Milenial al planeta: Juan 14:27.
Entonces ya no habrá guerras y los hombres fundirán sus armas para convertirlas en instrumentos agrícolas (Isaías 2:4)
Esa Paz, amigo y amiga, puede ser realidad hoy mismo en su corazón si usted, arrepentido de sus pecados, le pide humildemente Perdón.
Entonces Jesús inundará su ser con ésa Dulce Paz que el mundo no conoce: una Paz Celestial, como un Río glorioso desde ahora y para siempre.
Así que no se olvide de agradecer la paz de nuestro país ni de orar por nuestros gobernantes: ¡Quién sabe si los sucesos que le narré al principio serán fechados no en Hiroshima sino en Coatzacoalcos o el lugar donde usted viva! La situación en Ucrania tan prolongada como dolorosa no presagia nada bueno.
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