Nunca como hoy, el Partido Revolucionario Institucional ha enfrentado una crisis tan profunda en el ámbito nacional y particularmente en Veracruz.
Ni siquiera cuando perdió por primera vez la Presidencia de la República, en el año 2000, el tricolor había caído tan bajo en términos electorales como en los años recientes.
En esa elección, con Francisco Labastida Ochoa como candidato, el PRI superó el 36 por ciento de los votos; en 2018 este partido tuvo 4 millones de sufragios menos que 18 años atrás. Con José Antonio Meade ni siquiera llegó al 17 por ciento.
Y cuando se pensaba que las cosas no podrían estar peor, para el proceso federal de 2021 el Revolucionario Institucional tuvo que recurrir a una alianza con PAN y PRD, para frenar su desplome; producto de esa coalición, los priistas ocupan 70 curules en la Cámara Baja, casi todos, por representación proporcional.
En Veracruz, por ejemplo, solo dos candidatos de la alianza PAN-PRI-PRD –Maryjose Gamboa y Pepe Yunes– pudieron ganar en las urnas; y únicamente el segundo lo hizo por el PRI.
Sin embargo, el problema priista va mucho más allá de los resultados electorales; a fin de cuentas, un partido puede resurgir de una derrota, como ocurrió en 2012, en los comicios que dieron el triunfo al priista Enrique Peña Nieto; sin embargo, hoy esta mermada fuerza política es la que más rechazo ciudadano enfrenta.
En el Comité Ejecutivo Nacional, el cuestionado dirigente del partido, Alejandro Moreno Cárdenas logró la ampliación de su periodo al frente del partido y con ello, la posibilidad de negociar los términos de las alianzas e incluso las candidaturas de cara al proceso de 2024.
A pesar de la oposición interna y de los priistas críticos, todo parece indicar que Alejandro Moreno seguirá en el control del partido, por haberse apoderado del Consejo Político y lograr la modificación de los estatutos.
En Veracruz, mientras tanto, al igual que en el Altiplano, la dirigencia del partido está desgastada y carece de capacidad; el Comité Directivo Estatal representa muy poco.
Reducido sólo a membrete, la instancia se mueve con poco margen debido a que los grupos internos no toman en serio al dirigente, Marlon Ramírez Marín, cuyo periodo está a punto de terminar.
En unos meses, Ramírez Marín deberá entregar el partido para concentrarse en su trabajo en la Legislatura del Estado, donde se ha desenvuelto sin demasiado protagonismo; uno más de los 50; uno más de los tres diputados que integran la minibancada.
En ese proceso de renovación en el CDE, hasta hoy sólo se han manejado tres nombres: Fernando Kuri, Adolfo Ramírez y Cirilo Vázquez; sin embargo, lo verdaderamente interesante no será el tema de la dirigencia, sino el reacomodo de las fuerzas internas de cara al proceso de 2024; sobre todo, cómo se moverán los principales actores políticos del partido; y qué posiciones tendrán en la alianza con PAN y PRD.
Por sí solo, sin coalición, el PRI está más cerca de luchar por mantener el registro que de volver a convertirse en protagonista de la actividad política y de los procesos electorales. @luisromero85
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