“Tengo que hacerte una confesión -le dijo el señor a su esposa-. Estoy viendo a una psiquiatra”. Replicó ella: “Con la misma sinceridad yo te confieso que estoy viendo a un ingeniero, un capitán de infantería, un instructor de yoga y un técnico en computación”.
El Bar Ahúnda estaba lleno de parroquianos. De pronto un individuo se plantó en medio del local y gritó a voz en cuello: “¡Todos los que están aquí son unos culeros!”. En México esa palabra se usa para designar a los cobardes o medrosos. Un hombrón se levantó de su mesa y le propinó al sujeto un puñetazo que lo hizo rodar por tierra echando sangre por nariz y boca. “Bueno -declaró desde el suelo el lacerado-. Nomás me equivoqué por uno”.
A instancias de una amiga el joven Pitorrango se inscribió en un club nudista. Le preguntó después la amiga: “¿Verdad que el primer día fue el más duro?”. Pitorrango preguntó a su vez: “¿Por qué me hablas de usted?”. (No le entendí).
Huyo del melodrama, lo mismo que de toda forma de exageración. Hoy, sin embargo, me pondré melodramático para decir que si Félix Salgado Macedonio resulta a fin de cuentas candidato a gobernador de Guerrero, eso sería como si López Obrador asestara un bofetón no sólo al movimiento feminista en México, sino a la decencia política y a la ciudadanía toda del país.
Sin duda alguna el asunto depende del dedito presidencial, no de una encuesta, ni del partido propiedad del Presidente. Es claro que AMLO está protegiendo a su contlapache en contra de la opinión pública nacional. Eso da lugar a oscuras suspicacias. Guerrero, estado sumamente pobre, tiene lugares enormemente ricos -Acapulco, el principal-, lo cual suscita recelos de todo orden y desorden. ¿Por qué el afán de López Obrador de sostener a ese sujeto insostenible? ¿Por qué no escucha a las mujeres, no sólo de Guerrero, sino de todo México, que con razón protestan por la presencia de ese individuo en la contienda electoral? Los argumentos legaloides que AMLO y Morena han esgrimido en favor del tal Salgado no se sostienen ante las evidencias de su inmoralidad.
Si López Obrador se empecina en mantenerlo pagará por ello un alto costo político, y aparecerá una vez más como el autócrata absoluto que no escucha más voces que la suya. El Presidente no se puede deslindar del caso, ni salirse por la tangente señalando que la decisión corresponde al pueblo guerrerense.
Su tutela y patrocinio de Salgado saltan a la vista. De AMLO, y sólo de él, depende la suerte del acosador y violador de mujeres.
Esperemos que el desprestigio que acompaña a la persona de ese patético espécimen de la fauna política no llegue a manchar definitivamente al mandatario. No sería melodrama decir que eso mancharía también a la Nación.
En el pueblo donde oficiaba el padre Arsilio una joven esposa dio a luz quíntuples. El buen sacerdote se topó en la calle con el papá de las criaturas y le dijo: “Supe, hijo mío, que el Señor te sonrió”. “¿Me sonrió? -replicó el muchacho, mohíno-. ¡Se tiró una carcajada!”. Don Añilio, señor de edad madura, manifestó con un suspiro de pesar: “Creo que ya di el viejazo. Ahora el trabajo me da menos placer, y el placer me da más trabajo”. El cliente del restorán vio un insecto en su sopa.
Llamó al mesero y le preguntó enojado: “¿Qué clase de insecto es éste?”. “Caballero -respondió muy digno el hombre-: soy mesero, no entomólogo”.
La gallinita del corral había entrado en ilícitos amores con el perico de la casa.
Una mañana estaba los dos entregados a eróticos deliquios en un rincón del gallinero cuando se oyeron pasos de repente. “¡Mi marido! -exclamó llena de sobresalto la gallina-. ¡Conozco perfectamente sus pisadas!”. FIN.
MIRADOR.
Por Armando FUNTES AGUIRRE.
Aquel año -¿cuántos años hace ya de ese año?- los durazneros del huerto se llenaron de flores.
Muy bellas son las flores del árbol de durazno. Su color, rosa pálido, contrasta hermosamente con el azul del cielo. Son como sonrisa de niña, como caricia de mujer.
Le dije al cuidador del huerto:
-Aunque no se logre la cosecha, la sola vista de las flores me compensa ya por todo lo que he puesto en estos árboles.
Un par de días después don Abundio vino y me anunció:
-Diosito le tomó la palabra, licenciado. Esa misma noches, después de que usted salió del rancho, cayó una helada que acabó con la floración.
Sentí el suceso por los pobres árboles, llenos de flores ahora marchitadas por el frío, pero lo cierto es que yo no perdí nada. Dejé de percibir ganancia por la venta de los frutos, sí. Pero ese dinero se habría ido. En cambio la visión del huerto en flor me sigue dando belleza en el recuerdo.
Y no hay dinero que pague la memoria de las cosas bellas.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS.
Por AFA
“. Ha bajado en México la tasa de natalidad.”.
Me causa preocupación
esa noticia fatal.
¡Hasta en la industria natal
baja nuestra producción!
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