El ambulantaje en Coatzacoalcos se ha convertido en un fenómeno que desafía el orden urbano, la economía local y el desarrollo del comercio formal.
El reciente anuncio del presidente de la CANACO, Ignacio Alonso Martínez, sobre la reactivación del proyecto Procentro, enfocado en el embellecimiento del primer cuadro de la ciudad y la reubicación de vendedores ambulantes, vuelve a poner en la agenda un tema de larga data y de compleja resolución.
La iniciativa, que ya está bajo análisis del cabildo y busca implementarse en el próximo año bajo la administración de Amado Cruz Malpica, enfrenta tanto expectativas como retos estructurales.
El problema principal radica en la congestión de las avenidas, una situación que se agudiza durante el mes de diciembre debido al aumento de vendedores ambulantes que aprovechan la temporada para comercializar productos sin regulación alguna.
La CANACO ha argumentado que esto no solo convierte al centro de la ciudad en una zona intransitable, sino que también genera una competencia desleal hacia los comerciantes formales, quienes pagan impuestos y contribuyen con servicios públicos.
Esta dualidad de formalidad e informalidad genera tensión entre quienes buscan ganarse la vida en la calle y los negocios establecidos que cumplen con las regulaciones municipales.
El proyecto Procentro, según Alonso Martínez, tiene como objetivo replicar el modelo exitoso de Orizaba, donde los vendedores ambulantes fueron reubicados en un mercado específico, lo que permitió recuperar espacios públicos y mejorar la imagen urbana.
Este enfoque es viable en Coatzacoalcos, pero requiere voluntad política, planificación integral y un acompañamiento socioeconómico para los ambulantes.
No se trata solo de despejar calles; es necesario ofrecer alternativas viables que incluyan espacios adecuados, condiciones dignas de trabajo y la promoción de programas de capacitación y formalización que integren a estos comerciantes en la economía formal.
Los ambulantes desempeñan un rol importante en la economía local, proporcionando bienes y servicios accesibles a una población diversa.
Sin embargo, también es cierto que la falta de regulación contribuye al deterioro del entorno urbano y a problemas de seguridad y limpieza.
Por ello, es fundamental que el proyecto Procentro se plantee con una perspectiva inclusiva, considerando las razones por las cuales estos comerciantes eligen la informalidad.
Muchas veces, estas razones incluyen la falta de oportunidades laborales, la necesidad de flexibilidad para atender responsabilidades familiares y el acceso rápido a ingresos diarios.
Un enfoque exitoso debe equilibrar el orden y la modernización con la justicia social.
La reubicación de vendedores ambulantes no debe verse solo como una medida restrictiva, sino como una oportunidad para mejorar sus condiciones laborales y ofrecer un acceso más justo a la economía formal.
Es necesario también fortalecer el diálogo entre la CANACO, el gobierno municipal y vendedores ambulantes para garantizar que las decisiones sean participativas y sostenibles a largo plazo.
Si se logra implementar con sensibilidad y rigor, el proyecto Procentro podría transformar el centro de Coatzacoalcos en un espacio más ordenado y atractivo para el comercio y el turismo, sin sacrificar los medios de vida de quienes dependen del ambulantaje.
La clave estará en construir un modelo de ciudad que valore tanto el orden como la inclusión, reconociendo que el desarrollo urbano y el bienestar social deben avanzar de la mano.
Por años, los gobiernos de América Latina han enfrentado el desafío del empleo informal, un fenómeno que abarca a más de 130 millones de trabajadores y representa una carga tanto social como económica.
Las iniciativas para integrar a este sector al empleo formal no son pocas; desde incentivos fiscales hasta programas de capacitación, los esfuerzos parecen orientados a mejorar la calidad de vida de los trabajadores y aumentar la recaudación tributaria.
Sin embargo, un análisis más profundo revela que estas políticas suelen desconocer las complejas motivaciones sociales y culturales que sustentan la informalidad.
Un estudio clave, "Mexico City Street Vendors and the Stickiness of Institutional Contexts: Implications for Strategy in Emerging Markets", pone de relieve tres hallazgos que deben ser el punto de partida para cualquier estrategia seria de formalización.
En primer lugar, los vendedores ambulantes no permanecen en la informalidad únicamente por necesidad económica, sino también por las ventajas sociales que esta les proporciona. Trabajar con familiares o disfrutar de la autonomía que ofrece la venta callejera son aspectos que valoran por encima de la relativa estabilidad del empleo formal.
En segundo lugar, los trabajadores informales asignan un valor monetario a las ventajas no económicas de su labor.
Esto significa que no basta con ofrecerles un salario equiparable al que obtienen en la informalidad para que consideren migrar al sector formal; demandan ingresos significativamente mayores que compensen la pérdida de su independencia, horarios flexibles y vínculos familiares que caracterizan su actividad actual.
El tercer hallazgo es particularmente revelador: los jóvenes con mayor nivel educativo, quienes se asumirían como los más proclives a transitar al sector formal, son los menos interesados en hacerlo. Para este grupo, las ventajas no económicas son un pilar central en sus decisiones laborales, lo que evidencia que el atractivo de la formalidad no radica únicamente en los beneficios financieros.
El reto es monumental, pero la oportunidad es aún mayor.
Si los gobiernos de América Latina desean combatir la informalidad de manera efectiva, deben abandonar las soluciones simplistas y diseñar estrategias integrales que reconozcan la complejidad humana detrás de cada vendedor ambulante.
Solo así podrán transformar verdaderamente las economías y sociedades de la región.
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