Coatzacoalcos, es una región llena de leyendas que han ejercido una influencia notable en la cultura y cotidianidad de sus habitantes desde hace años, en parte a la historia notable de este lugar.
Empezando con el origen del nombre, ya que Coatzacoalcos, traducido como "Lugar donde la serpiente se esconde", según esta leyenda Quetzalcóatl 'la Serpiente Emplumada' después de haber sido engañado para abandonar a su pueblo, embarcó rumbo a tierras lejanas desde este punto.
Transmitidas de generación en generación y modificadas con el paso de los años, las leyendas urbanas de la ciudad porteña han merecido ser conservadas y seguir siendo en los últimos años:
Algunas de las leyendas urbanas más representativas de Coatzacoalcos son:
El tesoro del Pirata Lorencillo, es una leyenda que ha durado hasta el día de hoy, en esta historia nos relata que un pirata enterró aquí su botín y dejó a dos gigantes para protegerlo.
Otra leyenda popular es el del Fantasma del Puente Morelos, donde dicen aparece una mujer llorando inconsolablemente durante las noches más cerradas. La identidad de esta sombría figura es desconocida, pero muchos creen que se trata del espíritu atormentado de alguien quien encontró su fin trágicamente en este puente.
La Leyenda de la Cueva del Tigre nos lleva a una montaña cercana donde, según los lugareños, vive un enorme tigre hecho completamente de oro. Los intentos por encontrar dicha cueva han resultado infructuosos y muchos terminan perdidos o peor aún, desapareciendo sin dejar rastro.
Se cuenta que alrededor de la vivienda ubicada en la calle Honorato Domínguez de la colonia Guadalupe Victoria, se vivió una tragedia que marcó el destino de su dueño, el Ingeniero Alfredo Balcázar.
Que no pueden descansar en paz, los cuales en venganza indican donde se encuentran el tesoro escondido de este.
A las cercanías de un panteón, una joven hace la parada a algún taxi esté rondando el área. Esta le da al chofer una dirección y el viaje transcurre como si nada, el chofer intenta establecer una charla con su pasajera sin desviar la vista del camino.
Sin embargo el chofer es ignorado por ella en repetidas ocasiones, cuando el taxista decide voltear la mirada hacia su asiento para ver a la pasajera, esta ya no se encuentra ahí, casi como si se hubiese esfumado en el aire.
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