Con dificultades para caminar y problemas de la vista, Edmar Seas Sánchez con 102 años de edad, tiene una lucidez envidiable que más de uno quisiera tener y que le ha permitido conservar los recuerdos de la evolución y crecimiento de Coatzacoalcos.
Originaria del estado de Veracruz, nació un 22 de enero de 1922, por lo que en un mes estará cumpliendo un año más de vida, sin embargo, no todo ha sido color de rosa, pues el temblor de 1957 y la contingencia sanitaria del Covid-19 la dejaron completamente marcada.
"He tenido altas y bajas, pero ahí vamos. Yo conocí Coatzacoalcos cuando aún era joven, no había pavimentación, no había agua, luz eléctrica, la barda del panteón viejo, no estaba donde ésta. Cuando el temblor de 1957, fue cuando se abrió la tierra, por donde pasaba el tren, ahí se abrió la tierra, hágase de cuenta que pasó la cuchilla y lo abrió, del temblor tan fuerte", narró.
La nostalgia la invade al recordar lo difícil que fue para ella el perder a su única hija, pues nunca se imaginó que un virus cimbraría a la humanidad, ni mucho menos que vería partir a sus seres queridos.
Actualmente Edmar Seas vive con una de sus nietas, con la cual disfruta los últimos momentos de su vida, ya que está cociente que tarde o temprano tendrá que acudir a rendirle cuentas al "creador".
"Mi mamá murió de 107 años, mi papá de 92, ahorita ya no tengo hijos, se murió ahorita con el covid, se lo llevó, solo tuve una hija, una mujer, ahorita vivo con una nieta, ella me cuida, me da de comer, me lava mi ropa", expresó.
Aunque en esa época el futuro de Coatzacoalcos era incierto, las oportunidades laborales se abrían en el municipio de Minatitlán con la llegada de la refinería Lázaro Cárdenas del Rio, pero poco a poco se fue extendiendo a los alrededores con la llegada de los complejos petroquímicos.
Edmar dijo que pese a las carencias, fue una de las etapas más bonitas de su vida, donde los alimentos se traían del campo y la movilidad mercantil se realizaba a lo largo del rio Coatzacoalcos, además de lo limpio que lucían las playas.
"La playa no estaba donde está ahorita, era muy diferente, para nosotros en aquellos tiempos era muy bonito, ahorita ya cambió todo, no había nada casi nada, todo era virgen, a donde está la universidad ahorita, es donde empezó a crecer", expresó.
La abuelita relató la movilización que se realizó para el proceso de expropiación petrolera, donde la población donó desde pollos, gallos, gallinas y cerdos para que el presidente Lázaro Cárdenas pudiera pagarle a las empresas extranjeras.
Una de las cosas que le gusta hacer a la abuelita es pintar y leer, pero desafortunadamente el dolor en sus manos la han limitado a seguir plasmando en los lienzos el paisaje de la ciudad, que considera como una de las más bonitas del mundo.
Y aunque ha visto el desarrollo de Coatzacoalcos, reconoció que aún hay mucha necesidad, por lo que espera que este problema pueda ser atendido y sus ojos puedan ver nuevamente el resurgimiento el municipio donde hizo su vida.
"Me gustaba pintar, pero desgraciadamente mira mis manos como están, ya no puedo hacer nada. Muy bonito, muy cambiando, muy todo, pero hay muchas necesidades, como siempre, nunca faltan, los progresos del hombre, quiere abarcar mucho, y el que mucho abarca, poco aprieta", apuntó.
Hija de los señores Ignacia Sánchez Cruz y Refugio Sea Díaz, mencionó que el llegar a esta edad es una bendición, pero para lograrlo también hay que cuidar la alimentación, ya que hoy en día tratan de remplazar los alimentos del campo, por lo artificial.
"Mi papá tenía un rancho, nos dedicábamos al rancho. Yo creo que la alimentación, antes no se utilizaba ese fertilizante para la tierra, antes se daban las mazorcas, el maíz", dijo.
Doña Edmar es una de las abuelitas que acude a la estancia "Apapachos del Corazón" ubicado en la colonia Rafael Hernández Ochoa y en donde pasa un rato agradable a lado de sus compañeros realizando diversas actividades.
"Vengo a hacer ejercicio, a cambiar de aires, de estar en la casa, vengo a platicar con los compañeros, de dolores, pero platicamos, me trae mi nieta, con la cual vivo, gracias a dios ella me da hospedaje, me da de comer, me lava la ropa y gracias a dios la tengo, sino, quien sabe dónde estaría yo", comentó.
Si bien es cierto que los abuelitos son la voz de la experiencia, también han dado muestra que el pasado y el presente no tiene vigencia, pues siempre serán un libro de recuerdos.
Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto | Aviso de Privacidad
Reservados todos los derechos 2023 |