La personalidad es lo que le ofrece un toque de virtud a tu vida. Forma parte de un continuo donde en un extremo de la cuerda está la que te brinda luz y oportunidades de crecimiento. Sin embargo, en el lado opuesto bailan trastornos que te distancian y aíslan como la sociopatía, o lo que llamamos ser antisocial.
Todos y todas manifestamos ciertos grados de hostilidad social, pero hay mujeres y hombres que lo hacen una rutina en sus días.
He aquí otros síntomas de este comportamiento:
· Impulsividad. Ante una situación, él o ella reaccionan de modo precipitado y hasta violento, sin pensar en las consecuencias.
· Aislamiento. Se ponen límites sociales con un reducido número de amistades selectas. Los demás, sus sentimientos, solo reciben hostilidad; sin culpa ni remordimiento.
· Desobediencia. Se desprecia cualquier tipo de autoridad, a la vez que detestan las normas sociales. Y con esta aversión pisan con indiferencia o pasan de largo cuando de derechos ajenos se trata.
· Falta de empatía. ¿Ponerse en los zapatos de quien sufre o necesita ayuda? Ni por error, su personalidad solo le permite amarse en exceso.
Emociones que cierran puertas
Sin duda que a una persona con dicho trastorno se le cierran puertas y escabullen oportunidades de trabajo, sentimental y familiar. Lo que al final del día ni les afecta ni les conmueve, porque sienten que “ellos se lo pierden”.
La sociopatía se diagnostica y trata en terapia. No obstante, son pocos los que acuden con un profesional, pues no se considera un trastorno, sino parte inherente de la personalidad. Si crees que tú, o alguien cercano, padece este desajuste, es preciso acudir al profesional o a un grupo de autoayuda.
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